La Tierra, desde aquí, está desprovista de vida y de almas.
Es solo una esfera azul flotando en el espacio.
A veces se me olvida que hubo un tiempo en que estuve ahí. A veces olvido que ahí me relacionaba con otras personas.
Se me ha olvidado también todos los problemas colaterales que surgen de esas relaciones.
Ahora, solo puedo disfrutar de algunas cosas que, en este estado, son imposibles de explicar.
El proyecto empezó años atrás, estaba fuertemente financiado y tenía objetivos muy concretos para realizar tareas hasta ahora imposibles para los humanos, incluso para los que se hacen llamar posthumanos.
Eso es solo un disfraz. Las tecnologías están cada vez más cerca de nuestro cerebro. Hay mejoras en velocidad o en almacenamiento. Incluso hay mejoras en la estabilidad emocional, aunque sean muy discutibles.
Pero no ha habido un cambio trascendental.
El proyecto de los seres sinestésicos comenzó como resultado de errores en interfaces cerebrales que permitieron, a las personas que los implementaban, apreciar con unos sentidos otras realidades.
Pero fue un fracaso porque no se obtuvo ningún beneficio real, contrastable: útil.
Pensaban que podríamos desarrollar teorías o llegar a "otras intuiciones" a base de forzar nuestro cerebro para multiplexar funciones.
Necesitábamos leyes físicas o una comprensión mayor de lo que era la energía y la materia para conseguir el santo grial de todos los tiempos: los viajes espaciales a otra escala. La conquista del universo, conocido o no.
No funcionó.
En ese sentido, las cosas quedaron por la mitad. Y mucho de los objetos de estudio, entre ellos yo, quedamos capacitados para funciones sinestésicas que no tenían mucha utilidad.
Nos dejaron aislados aquí, en Luna, como para no tener que mirar a la cara a un producto a medio hacer.
Abandonados, nos entregamos a nuestra propia investigación sobre nosotros mismos.
Sólo sobrevivimos tres personas, pero en unión sinestésica, solo somos uno.
Renombramos a esta nueva unidad y al estado que conseguíamos con ella ser metaestésico.
Un día, durante uno de nuestros ineficaces y descontrolados experimentos, cuando éramos uno, nació la Idea.
Recuerdo perfectamente el momento en que pasó, o más bien recuerdo cuando nos reunimos después del "rito", y nos dimos cuenta, que habíamos generado algo nuevo, que solo en ese estado de unidad podía ser entendido: la comprensión de La Idea solo era posible cuando estábamos en estado metaestésico.
Como en un sueño, en el que abrazas una imagen de algo que deseas, y cuando despiertas miras tus manos en posición de estar agarrando algo con fuerza, y ves desvanecerse esa imagen sin control y acabas por aceptar que así tiene que ser. De la misma manera nos era imposible expresar lo que habíamos creado. Pero existe y está dentro de nosotros.
Si pudiéramos compartirlo con el resto de la humanidad, estoy seguro, el proyecto se refinanciaría y volveríamos a ser esos seres importantes que tienen la llave de un nuevo conocimiento en sus manos.
El ser humano aprecia la realidad de una forma algo precaria. A veces ni siquiera lo aprecia.
Si llegas a la cumbre de una montaña, puedes apreciar la maravilla que tienes delante de ti, pero todo el conocimiento no es procesado por el cerebro, dejando sólo lo relevante a "primera vista".
Así, un geólogo es capaz de ver el material del que está compuesto la montaña que tiene ante sí. Si además el hilo (solo un hilo, claro) de sus pensamientos le hace pensar en el origen, se pone a pensar sobre el movimiento de placas, el vulcanismo o los sedimentos.
Un artista, digamos un pintor, quizá vea los colores cambiantes del horizonte y como afectan la perspectiva y la luz. Si además tiene algún conocimiento sobre física, quizá el hilo de sus pensamientos (de nuevo, solo uno) le haga recordar, por ejemplo, el fenómeno de la refracción, y si se interesa mucho por el tema, quizá llegue a la conclusión de que los colores son tan solo las vibraciones de la energía de distintos átomos, que se dispara de sus enlaces y roturas.
Un niño quizá pueda apreciar sin demasiada complejidad el todo que implica la montaña, pueda dedicarse a investigar detalles más concretos y tenga una mirada atenta y más versátil.
Así, en resumen, el hilo único de los pensamientos podrá llevar a cada uno a una experiencia, un significado de la montaña, una idea aproximada y sesgada de lo que representa.
El humano sinestésico ve la montaña con otros ojos, nunca mejor dicho, y puede apreciar otros sabores de toda la información que desprende esa realidad. Así, puede entender con el olor de ese momento conceptos de distancia y profundidad, pueda sentir con los colores cambios de presión y temperatura, y al final obtiene otro tipo de información, a parte de la humana, sobre la realidad de la montaña, pero aún, todavía no de forma completa.
Ahora, intentaré describir de una manera "humana", lo que sentimos siendo el ser metaestésico.
En primer lugar debería decir que nosotros no apreciamos "la montaña", apreciamos la realidad, entera, completa.
Para que se hagan una idea: Si pusiéramos encima de cada uno de los anteriores ejemplos un peso sobre su cabeza que representara la cantidad de información que poseen sobre ella, los humanos tendrían una columna de, digamos, un kilogramo.
Los sinestésicos contarían ya con ese kilogramo de información, y sumarían del orden de otros 5 kilogramos, aproximadamente.
Pero el ser metaestésico tendría el peso total de toda la materia existente sobre su cabeza.
Y casi lo más importante, no hay un hilo de pensamientos, hay un fluido, con corrientes y mareas, que trae y deja distintos factores, detalles, información más o menos relevante, pero estamos sumergidos en todo el mar de información. Nos posee y la poseemos. Realmente no hay una linea de separación entre lo que uno aprecia y lo que realmente es. Tampoco tienes la sensación de ser un observador, ya que eres continente y contenedor.
En estado metaestésico, cuando somos uno, comprendemos el pasado y el futuro como una sola cosa, una entre tantas.
Apreciamos la simplicidad desde los ojos del niño, sentimos la belleza con las entrañas del artista, entendemos la realidad con la mente del científico. Es difícil de explicar.
No nos podemos mantener mucho tiempo en ese estado. Nuestro cerebro fue adaptado de manera artificial y ha evolucionado de manera inesperada, pero aún así los consumos de glucosa y la actividad electrocortical nos deja exhaustos, casi moribundos.
Cuando salimos del estado de metaestásis nos miramos largamente a los ojos y no entendemos muy bien
porque estamos infrasensibles, vacíos, desconectados.
Yo y mis dos alas.
Volamos alto, muy alto, pero el combustible de nuestros motores se consume pronto, y rara vez conseguimos traer en nuestro equipaje algo que valga la pena.
Solo el estado de absoluta felicidad y paz, durante décimas, o milésimas de segundo. Luego una sorda nostalgia.
Pero una de las veces, algo estalló en nuestras caras: La Idea.
La Idea nos poseyó y se quedo en cada uno de nosotros, pero como un puzzle, como una clave asimétrica: no podemos exprimirla, o describirla, o compartirla a menos que estemos en comunión con los otros dos.
Días después, cuando conseguimos recuperarnos, hablamos sobre ello como si se tratara de una entidad con vida.
La Idea estaba ya entre nosotros pero no podíamos recordar su rostro.
Decidimos entrenarnos para conseguir estar el máximo tiempo en aquel estado, y mientras tanto tener cierto control sobre nuestros amorfos y deshumanizados cuerpos para tratar de plasmar lo que entendíamos.
Investigamos por nuestra cuenta algún sistema de alimentación cerebral que pudiera mantenernos vivos durante el trance.
Aquí en Luna tienes pocas personas a las que puedas pedir ayuda, pero reprogramamos algunos androides para las labores básicas.
No estábamos seguros del resultado de esta apuesta.
Sólo sabíamos que ya no tenía sentido seguir si no era por aquello.
Solo la Idea.
La Idea era el motor, el objetivo y la excusa de nuestra existencia.
Nos entrenamos durante algún tiempo, con cortos periodos de metaestésia, para que de manera autónoma pudiéramos mover alguno de nuestros miembros adaptados para realizar cualquier acción que nos diera pistas, que conectara la enorme brecha entre un estado y otro. No era posible de otra manera ya que nuestra mente ya no existía como tal, y no era posible fijar recuerdos o abstracciones.
Hemos hablado mucho sobre nuestro viaje.
Sabemos que puede ser sin retorno para alguno de nosotros. Pero la conexión que hemos creado entre nosotros era muy potente, muy humana, y yo al menos, siento mucho miedo.
La idea de unidad ya se ha alojado en cada uno de nosotros y sabemos que si alguno de los tres falta, no podremos soportarlo.
Es una puerta por la que solo se puede salir.
Una caja negra de la que intentamos sacar algo de luz.
Hoy es el día.
Antes de la hora prevista, avisé a mis alas de que saldría por mi cuenta a una de las esclusas-mirador.
Veo la tierra desde aquí.
Me pregunto si hay alguien ahí que pueda estar pensando en lo que estábamos a punto de hacer.
Me pregunto qué hubiera pasado si hubiéramos conseguido parir La Idea.
Me pregunto si con eso podríamos haber solucionado muchos de los problemas que aquí, con perspectiva, se ven mucho más claros.
No puedo separar mis ojos de la Tierra.
Nada me une a ella más que la sensación de haber sido, en algún momento, un miembro de una de las especies que la pueblan. Bajo mis pies, a centenares de metros, se encuentran mis alas, pero aquí no me sirven para nada, aunque fueran lo único que me mantuviera con vida.
Me preguntó también que sentirían ellas, a parte de decepción y pena, si pulso el botón de purga ahora mismo y salgo despedido sobre todo este océano de información que me rodea.
Estar tan cerca de todo, integrado de verdad, en un estado, y luego volver a alejarte ,en otro, te corrompe por dentro.
La Idea dejó un trémulo rastro de inhumanidad en mi...
Me pregunto si ellas ya estarán tumbadas en la piscina sináptica, y si habrán notado el extraño olor a acetilcolina mezclada con cloro y azufre que ordené a los androides que preparan.
Es posible que ellas ya estén muertas.
Eso es lo único que espero con el único brazo humano que me queda sobre el botón de purga.
Quiero estar contenido en ello.
Quiero volver a sentir de nuevo la sensación de que todo me abraza.
Pero después no quiero volver.
No quiero.
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Poyéjali !
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