Llevaban ya varios meses con la autorización regularizada de procreación y educación encima de la mesa, y con cientos de catálogos online por estudiar y contrastar.
Ella estaba tan emocionada por la noticia que me pareció que siempre había querido "tener" un hijo solo para pregonarlo y festejarlo, como si lo que viniera después pareciera intrascendente.
Él por su parte, tan a juego, tan bien combinado con ella, lo quería para poder tener otra "cosa" que solo estuviera a disposición de algunos.
Tener un hijo, aunque no fuera al modo de las reservas, al viejo modo, era un lujo que muy pocos se podían permitir.
Yo, por mi parte, estaba convencida de la magnitud de lo erróneo de esa decisión, y simplemente esperaba, muy entusiasmada porque, aunque lo veía como una aberración, sería un nuevo juguete para mi, sería una nueva experiencia de las que, como dicen en las nuevas olas de información, no se puede sentir desde una consola.
No sería exactamente su hermana, ya que yo simplemente era un juguete comprado por ellos, pero me sentiría como tal.
Al fin y al cabo a mi me utilizaban como otra muestra de poder: era una muerta de hambre de un nivel muy inferior al suyo y ellos recurrieron a lo que llaman altruismo productivo para darme cobijo y amor, lo que se puede traducir a una buena conexión a un RV, la suscripción a varios deportes online, avatares variados, comida, agua, oxígeno de calidad y luz solar tratada: es decir, lujo.
Mi cambio de vida fue una bendición, pude dejar de tomarme esos preparados asquerosos para el procesado de calcio y otras sustancias que los habitantes de los túneles necesitan como el limón los marineros del viejo mundo.
Eso ya era agua pasada, ahora podía tener lo que nunca imaginé que hubiera podido desear, y mucho más.
Y dentro de poco, un nuevo miembro de la familia.
Ellos no lo sabían, pero en una partición pequeña y protegida de mi cerebro, albergaba un odio intenso e irracional contra ellos.
Odiaba el favor que me habían hecho.
Odiaba deber algo a los que todo lo tenían.
Pero nunca lo dejaba salir. Estaba celosamente atado por todas las cadenas de displicencia y cerrado con un candado de cordura y supervivencia.
Pero ese trocito de mi empezó a vibrar cuando me enteré de la noticia...
- querida, al fin ha llegado, debes tener la confirmación tu también en tu consola, ahora tenemos mucho trabajo por hacer
- oh! no puede ser! no puedo ser tan feliz! al fin mi propio hijo
- de verdad que quieres que sea un chico?
- oh, no me hagas dudar ya en el primer formulario, son por lo menos 70 de ellos, si estamos así con la primera opción, no quiero ni pensar cuando nos toquen las 'habilidades cognitivas', o la selección de oyuelos, o la predicción a futuro de la forma de su pelo y el color de su futura barba, será imposible si no nos ponemos de acuerdo en las cosas más básicas
- bueno, tu verás, es tu regalo, yo solo quiero que porte al menos el 34% de mis genes ancestrales
- oh, querido, que vanalidad... a saber lo que tiene ese 34% que podamos aprovechar
la conversación era siempre así.
Los niños por encargo son un dolor de cabeza para muchas familias adineradas que se pueden permitir aumentar la población.
Como retorcida analogía, las clínicas les dan nueve meses para seleccionar todo el perfil físico y psicológico de su descendiente. Luego toman un porcentaje de los ADN de todos los representantes de la familia (o de los que paguen la cifra concreta en heliovoltios a futuro) y generan el bebé que nace con lo que antes sería aproximandamente 6 meses tras un supuesto parto.
Las madres no los llevan en sus vientres, ni ellos crecen a una velocidad natural. Pero resultan perfectos.
Perfecto: así querían a mi "hermanito".
Yo no quería odiarle antes de verle, antes de conocerle, pero era inevitable para mi.
Me convertiría el objeto de comparación más morboso: la niña del subsuelo contra el ser de perfecta creación. Yo no necesita el amor que ellos pensaban darle a él. Yo solo necesitaba no sentirme más humillada. Era lo único en lo que podía pensar.
Así que aquel día, tras nueve meses de customización, mientras estaban conectados a la RV de "perversiones", me introduje en sus consolas.
Encontré rápidamente el enlace a los formularios. Ya tenían rellenada toda la información sobre él.
Tenían la opción de envío marcada para el día siguiente por la mañana, supongo que por eso se habían conectado a esa maldita RV, para celebrarlo.
En los pequeños detalles es donde habían trabajado más: tener alguna peca identificativa, crear algún pequeño tic nervioso durante los primeros 8 años de edad, implantar un módulo de seguimiento que se disolviera con los años, cosas nimias...
En todos los demás apartados habían seleccionado la "opción recomendada".
Entré en el apartado de "habilidades cognitivas y temperamento emocional" y en todas las opciones acompañadas de una señal de alarma, modifiqué los valores, un poco arbitrariamente, sin mirarlas demasiado, solo para que todos tuviéramos al menos un poco de sorpresas en la vida. Lo hice de tal manera que no pudieran detectar nada, puesto que en el slider de "edad de emergencia de la cualidad", puse exactamente mi edad: 14 años.
Ahora tenía un plan genial: tenía que conseguir estar lejos de ahí cuando ese niño encantador y perfecto llegara a los 14 años de edad y empezaran a afilar sus propios demonios, programados a dedillo por aquella que, antes de la fecha indicada, más le querría, sinceramente.
Lejos como para no estar en el radio de acción de esa bomba de relojería, pero cerca como para poder apreciar el rostro sorprendido, por primera vez en sus vidas, de papá y mamá.
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