viernes, 3 de enero de 2014

Sonno

Estaba sentado en el sillón cuando llegó ella.
Era extraño, porque sabía un montón de cosas sobre ella que ella jamás me confesaría ni en un millón de años.
Pero habíamos conectado por el mismo punto de acceso de Reminiscence CO. y como la terminal había detectado datos coherentes y coincidentes, ahora, estábamos ahí los dos sentados en el mismo sofá del Centro de Conexiones Humanas.
La parte curiosa es que yo era experto en la minería de datos de estas terminales y de esa manera había obtenido un montón de recuerdos y vivencias suyas.
La minería de datos no era legal, ni muy ética, pero yo no la utilizaba con fines comerciales ni maliciosos.
Solo lo hacía para salvarme el pellejo.
Ya había tenido varios episodios bastante raros con personas con ataques violentos o circuitería barata y deficiente y había decidido parar de tener este tipo de encuentros, al menos sin control.
Las cosas habían cambiado mucho desde que eran las máquinas las que medían la compatibilidad de las personas, para agruparlas en parejas, familias o grupos.
Para una amplia mayoría este sistema era prácticamente perfecto, pero para los que escondíamos debajo de la alfombra cosas que ni siquiera sabíamos que escondíamos, el juego se volvía aburrido, y a veces peligroso.
Las máquinas hacían cómputos realmente finos, pero no sabían manejar excepciones. Hablo de excepciones de verdad.
Por eso yo me inventé todo este juego.
Cargué mi memoria capacitiva con recuerdos y vivencias preprogramadas (que me habían costado años de estudio), los mezclé con lo que realmente era yo , solo para encontrar aquellos que compartían conmigo lo que yo había extrapolado o imaginado que era EXCEPCIONAL.
Pero el juego no me salió muy bien, sobre todo porque nunca he sido un técnico brillante, y no supe aislar la memoria capacitiva de mi memoria real, y ya había perdido el control de aquello que realmente me había sucedido o había pensado y aquello precargado.
Los recuerdos son traicioneros compañeros de viaje y algunos se habían enredado en extrañas concepciones que daban como resultado un match imposible en los Sistemas de Integración del centro de Conexiones Humanas.
Por eso me convertí en un paria, y por eso estaba subvencionado a entrar en el sistema social de Conexiones Humanas, para los "desfavorecidos" para los que no se encontraban patrones de búsqueda satisfactorios.

Pero ahí estaba, sentado a su lado. Era una chica normal a la vista, aunque su forma de vestir ya decía que era algo más de lo que se podía intuir.
Llevaba varios cyborg-complementos, los típicos, los normales, aunque en concreto me interesó mucho un filtro auditivo de la marca Sonno, una verdadera joya teniendo en cuenta que la empresa había quebrado en cuanto se pusieron a diversificar sus productos para otros sentidos.
Todos sabemos que aquellos que se dedicaron a desarrollar sistemas de propiocepción para realidad virtual y aumentada perdieron mucho dinero en cuanto los avances de conexiones intracorticales-nerviosas avanzaron de verdad.
Sonno fue de esas empresas. Pero un filtro auditivo Sonno era garantía de que la chica sabía lo que hacía.

Me sentía un poco violento mirando su cara mientras mi panel Oculus privado me iba mostrando cada una de sus intimidades.
Pero entablamos una conversación convencional y, fue raro, la chica me hacía reir.
No suelo reirme mucho, supongo que por culpa de toda la mierda preprocesada que almaceno en mi cabeza.
Así que fue una grata sorpresa, porque encima hablaba de temas realmente interesantes, que suelen ser aburridos, pero con un sentido del humor indescriptiblemente ... "mío".

Salimos del centro pensando que el mundo nos pertenecía, y no parábamos de hablar ni un minuto.
Cuando acababa un tema, comenzaba otro, igual o más interesante.
No quise comentar nada de lo que sabía sobre ella. Sobre esos extraños gustos y fetiches.
Pero con solo visualizarlos en mi pantalla Oculus, y sugerir algo que quizá podría introducirlos (una posibilidad entre un millón), ella se sinceraba conmigo y yo, absolutamente pasmado, iba mentalmente tachando cosas de la lista de cosas que sabía sobre ella y no debería saber.

Fue maravilloso compartir con ella parches y parches de estimulinhibidores y cuando la cosa se nos fue de las manos, tuve algo de miedo.
Porque todas aquellas cosas que sabía de ella... estaban muy relacionadas con esos momentos de intimidad que en el fondo son los que buscamos todos los que acabamos en el sistema social de Conexiones Humanas.
Y me daba miedo.
Sin embargo, no fue nada como esperaba.
De verdad que después de aquel día perfecto y aquella noche de acercamiento a la raza humana, no me hubiera separado de ella por nada del mundo.
Pero cometió un error.
Cometió el peor error que podía haber cometido en ese momento.
Fue sincera.

Así fue como me enteré que lo que nos había conectado en aquella terminal había sido, por encima de nuestros recuerdos y vivencias inventadas, enredadas o reales, por encima de la búsqueda de la excepcionalidad, de las rarezas o del miedo a estar solos como individuos, era que ella realizó el mismo, exactamente el mismo, proceso que yo.
Había minado datos, había utilizado su cerebro como estercolero y conocía todos mis secretos e intimidades, que  veía reflejadas en su panel Oculus.

Odio a la gente que me hace sentirme vulnerable, así que cuando arranqué con furia su filtro Sonno, no me acordé ni siquiera de que en el año de instalación de esos modelos, las conexiones se hacía ad hoc, como obras de artesanía, así que no pude predecir que iba a quedarme con sus sesos en la mano, colgando de un bonito y antiguo filtro Sonno.

Tomé el módulo de memoria capacitiva con algo de asco, porque ya no estábamos acostumbrados a ver sangre ni tejidos por ningún lado.
Copié todos los datos a mi propia memoria y abandoné la cápsula bipersonal de la matriz de habitáculos donde ella vivía.

La mujer de mi vida estaba encerrada en mi cabeza para siempre.

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