lunes, 20 de enero de 2014

Relato 8.0


Si hubiera tenido un calendario a mano sabría que era martes solo por el nivel de decadencia, era un maldito puesto de castañas asadas el dia mas soleado del invierno.

Todo estaba más o menos bien, todo era correcto y vacío.

Fue exactamente ese día el que decidí entregarme al sistema.

Cuando me cansaba del automatismo, me entregaba al transhumanismo.
Mantenía mis inquietudes, mis sensaciones, mis decisiones, mis recuerdos, pero sin duda era mejor, el progreso era eficiente, y palpable, mi versíon 2.0 estaba exenta de cualquier sensación negativa. Era fácil pasar de un modo a otro, me desconectaba un rato y vivia a través de mi otro “yo”.

Era un clon perfecto, una maldita versión mejorada, al principio se opuso mi ego, al final ganó mi desazón.
Mi yo real , era defectuoso y caduco, demasiado sórdido, mísero, y volátil, me aburría demasiado, me aislaba por completo en mi cada vez más miserable necesidad de evasión.

Decidí de forma consciente basar mi ocio en disfrutar de estímulos contratados directos a mi corteza cerebral.

Nunca había experimientado algo así, las luces brillaban con más intensidad, el sonido era capaz de transmitir vibraciones orgásmicas, vivia en una perfecta sinestesia extasiada por la mejor droga. Mientras mi cuerpo yacía conectado a una máquina, inmóvil.


Cada vez me desconectaba más veces y durante más tiempo. Tenía dinero suficiente para comprarme si hubiera querido el Centro de Desconexiones Humanas.

Joder, por primera vez todo estaba bien, todo estaba bien, todo estaba muy bien...


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Duele, me duele todo el cuerpo, a penas puedo mover ningún músculo. No tengo capacidad de contracción, se resiste inútilmente el cardiaco, la respiración es agónica, utilizo dificultosamente la musculatura intercostal, el diafragma a penas responde. Siento el aire entrar por mi boca atraido por mi angustia, el oxigeno a penas llega a mis células, no veo, un sonido mecánico y martilleante me acompaña.

Nunca me habia sentido asi, empiezo a tener consciencia, debía de estar en el infierno, las pupilas reaccionan, veo ráfagas de luz, en la boca intuyo secreciones que no siento mias. No puedo sostener la mandibula.

El dolor fisico es insoportable, inspiro como si estrangulara el barro para conseguir una gota de agua pero solo conseguia inhalar humo de silicio corroido por el tiempo.
Era un esfuerzo etéreo e insuficiente, muevo los dedos de las manos , las pesadas articulaciones parecían haber estado parasitadas por dientes coléricos podridos, las yemas están marcadas y quemadas, creo que he perdido el tacto, y aún asi duelen.

Abro los ojos, todo está oscuro y frio, el olor es un latígo eléctrico directo a la arcada, alcanzo a incorporarme, hay manchas de sangre seca en mis piernas , cae resbalando una caliente espuma cobriza. Mi mente explotaba en gritos y estallidos. Siento una incapacidad total de reconocimiento y redirección.

Dios mio, estoy rodeada, sin fin y sin comienzo, eran cuerpos conectados a la perpetuidad, maltratados, retorcidos, sobre superficies planas liquidas cual balsas de combustible hidrogenizado.
Estaba aterrada, la desolación agitó el miocardio hasta rozar el bloqueo.

"¿Quién eres tú?"

Me clavó la aguja brillante con un perfecto movimiento horizontal atravesando el tímpano derecho mientras me sujetaba firme y contundentemente inmovilizando la base del cráneo.

“La esperanza, cuando se pierde, se convierte en cualquier otra cosa” susurró.


Grité en silencio, me desgarré el cerebro , era una droga horrible, a los segundos dejé mi turbación a un lado.

Por primera vez fui consciente de la situación. 
Aquello no era lo que querían.
El transhumanismo funcionaba. La humanidad, no.
Aquellos hijos de puta habían violado los cuerpos sin piedad.

Caí al suelo. 
fue algo más que una pérdida de altura, 
recobraba el color mientras me extirpaba el paisaje.
Me sacó de allí
Pude sentir,
sin duda alguna,
la tranquilidad del dolor.

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