martes, 30 de agosto de 2016

En pro de mi ataraxia

Esta es la historia de mis últimos momentos.

ahora suicidio es una palabra bien acojida socialmente, incluso suena altruista.
La gente no entiende mi tristeza, pero asumen que es algo heredado de mi vieja naturaleza humana.
Aunque se considera que sí soy transhumano (si no sería imposible que tuviera más de un milenio) mis raíces fueron plantadas con otra tierra, con otros principios.
Y aunque pensé que el resto de masa-información me negaría el derecho a morir (después de todo soy uno de los únicos nodos de influencia pasada 'vivos') mi petición fue rápidamente aceptada por el resto, dándome a entender que por supuesto soy prescindible, como lo sería cualquier otro: porque no hay nada más preciado que la sigma, porque no hay ninguna unidad que haga que el peso del total sea menos: ese el máximo principio trans, la robustez.

Se aprovechará cada centímetro cuadrado de mi cuerpo: mi tejido neuronal engrosará el tamaño y capacidad de las mindmachines de control social, de los parches de memoria de otros trans, de las bibliotecas cuántico-digitales de información estadística.
Al fin y al cabo el cortex es uno de los órganos más preciados para nosotros: la naturaleza hizo un trabajo de ingeniería inmejorable.
El intento de mejorarlo, el TansCortex, nunca consiguió la fluidez y la armonía del diseño natural y solo consiguió emborronar las cosas, enterrar nuestros instintos.
Aunque después de todo, ya no se necesita sentir miedo o pasión. Tampoco se requiere que ninguna máquina gane a un trans jugando al ajedrez.

Cuando lleguen a mis capas internas descubrirán un sistema límbico ultradesarrollado (aunque oxidado), lleno de respuestas aprendidas durante años de evolución que ya no sirven para nada. Supongo que no será aprovechable para mejorar ningún sistema intelectual, y por tanto solo sacarán partido de esas zonas como carne reciclada, para sistemas de alimentación.
Podrá formar parte de cualquier proteínico y todos lo deborarán sin apetito, pero ellos nunca entenderían.
Tú seguro que sí.

Y es justamente ahí donde encontré la razón por la que me he cansado de seguir.
Olvidé todo lo que eras. Olvidé absolutamente todo. La paz era eso.
Pero un día buceé tan profundamente que encontré emociones.
Emociones que me hicieron reaccionar, renacer de alegría y morir de tristeza, que hicieron que recordara cuando tenía un estómago y un corazón.
Ahí encontré tu recuerdo, sepultado en millones de capas de información útil.
Recordé melodías, colores, caricias y olores.
Ahí estabas tú. Enterrado en pro de mi ataraxia.
El dolor que produjiste en ese momento me devolvió la vida.
La vida que ahora ya no tiene ningún sentido.
Y tal y como duelen las rodillas cuando has permanecido mucho tiempo sentado sobre ellas, recuperé mi mermada capacidad de sentir, mi hipotálamo empezó a latir de nuevo.
Supe de nuevo lo que era el hambre, lo que era sentir tu piel sobre mi piel.
Sentir que eras un ser distinto a mi y que podíamos conectar sin necesidad de un protocolo
de transporte y negociación.

Tu piel...
Mi piel será reciclada en los telares sensitivos con los que ahora se recubren todos los dispositivos de transporte y exploración para captar los más mínimos cambios en la temperatura o la presión: esas imponentes naves de transporte inteligente sienten más que cualquier trans. Aprovechan los miles de capilares de la piel para determinar correcciones en su posición o trayectoria.

Todo será reutilizado, reciclado, en realidad nunca moriré.
Como en un parto, pasaré de un estado de semiconsciencia a un estado en la que mi sistema nervioso no unirá mis partes para darme una coherencia. Para darme un idea del "yo".

Y tú quedarás diluido, y ambos seremos eternos

No hay comentarios:

Publicar un comentario