El olor cercano de un cuello y el tacto suave y pulido de piel en mis manos.
El sabor de un plato de pescado una tarde calurosa en una playa solitaria.
La primera vez que me puse medias. El primer beso. El día que descubrí que me gustaba el salmón.
Mi primera uña negra.
El relámpago de dolor de mi primer tatuaje mental.
El nombre de mi primer amor, el nombre de mi último amor.
Las caras de niños de mis compañeros de colegio.
Lágrimas de cocodrilo. Frases hechas.
La tensión de mi último examen.
Todos los recuerdos, uno a uno, van pasando a través de un cable por el que se desplazan en serie, electrón a electrón, de mi viejo cerebro al nuevo.
El estúpido orgullo de ganar aquel programa de televisión.
El reloj que me robaron por confiarme demasiado.
El engaño y la tristeza que provoqué en el corazón de quien amaba.
Conversaciones prohibidas. Mi cuerpo desnudo buscando tu mente desnuda.
La rabia de no conseguir lo que siempre me propuse.
El primer día que dormí fuera.
La primera mentira a mis padres.
Aquel día que fumamos colillas de un cenicero del coche.
No son mis ojos, ni mi consciencia quien puede ver todos esos recuerdos, todas esas valoraciones, todas esas palabras que he aprendido. Era otra clase de observador, pero estaba en mi cabeza.
Sentía como ambos veíamos pasar, en desorden, toda una vida que nos pertenecía.
Estaba en tránsito.
El hijo que perdí. Ver formas en las nubes. Escribir poesía.
Romper esos dibujos, libretas llenas de notas que se han quedado atrás.
Una caja roja llena de cartas.
La mirada de mi sobrino sintiendo pena por mi.
La risa de mi padre. El abrazo de mi madre. La mano de mi hermana en mi hombro.
Las fotos. Miles de fotos.
La música en aquel concierto, la estaba escuchando de nuevo.
Conversaciones que me proporcionaban ese raro placer.
El sabor de la rabia en mi boca, la desgracia de ciertos días, el sabor salado de las lágrimas.
El día que me diagnosticaron gerontólosis, la enfermedad del viejo cerebro, del cerebro finito, me sentí muy asustada. Aunque ya es bastante frecuente la serialización, no es para nada fiable.
Existen casos de gente cuya mente queda fragmentada, que se queda en el limbo o que no sobrevive en ningún de los dos sitios. Pero una vez que estás en proceso, no hay forma de parar.
El llanto de mi hermana siendo un bebé. Ver las estrellas en aquel campamento de verano.
El frío del parque donde me reunía con mis amigos. Aquella tormenta verde, aquel viendo poseído.
Aquel vestido de cuadros. El día que me teñí el pelo de azul.
Coger aire a 20 metros bajo el mar y no querer subir.
Otro esguince de grado tres. Cortarme el dedo con un folio.
Una mano entre mis piernas.
Nombres, nombres y nombres de personas y personas. Nunca imaginé que pudiera recordarlos a todos.
El precio era razonable: según el contrato el pago es en tiempo de procesamiento de información ya en el otro lado, así que la eternidad está al alcance de cualquiera. Es verdad que a los famosos y poderosos se les aplicaba una serie de mejoras en el proceso que hacían que su tránsito al otro lado fuera más tranquilo y sobre todo más seguro.
No me imagino a los mismos técnicos ni las mismas máquinas que atendieron al gran R. Fiche trabajando para mi: una cualquiera, que solo quiere seguir, de la forma que sea.
Mi clave de acceso al banco. La pelea de egos.
Mi sonrisa torcida. Las autofotos. Comer gelatina en verano. La bicicleta sujeta por mi tio.
Emociones, recuerdos, conocimientos, palabras y más palabras, todo mezclado.
Algunas cosas van tan rápido que ni siquiera me doy cuenta, pero es como si dejaran cierto sabor en mi boca y pudiera reconocerlo.
La autoconciencia de saber donde estoy y qué está pasando. Lo último que vi con mis ojos, con estos ojos que dejaré atrás para siempre. La tarta de cumpleaños con forma de fresa. Una buena borrachera. Otra. Las cosas que siempre se quedaron en un nudo en la garganta y no logré decir. El olor metálico de los días de otoño. Caminar por las rocas.
Quitarle los cuernos a las hormigas. Machacar piñones. El sabor de un melocotón mezclado con alguna que otra droga.
Jugar a la play hasta el amanecer. El placer de sentir el cuerpo de otra persona.
El cosquilleo en mis piernas cuando me quitaba los patines.
Secretos. Secretos que quedaron sepultados en mentiras. Mentiras que quedaron cubiertas de lágrimas.
No tengo conciencia de cuanto tiempo puede haber pasado. El proceso en general, salvo extrañas complicaciones, lleva entre dos y tres días. Pienso que todavía he visto muy poco, noto la presión de todo lo vivido esperando a salir por ese pequeño hilo de grafeno. Como en mi fantasía, voy desintegrándome en un punto y reconstruyéndome en otro. Se desvelan ante mi un montón de verdades, verdades que nunca vi con tanta perspectiva.
La primera vez que engañé a uno de mis novios. La foundé de chocolate con fresas. El viaje a Berlín.
Una foto bajo el Big Ben. Esa caricia. La marca de nacimiento en mi codo. Todos y cada uno de mis cortes de pelo.
Mi cara cuando era más joven reflejada en un espejo. Tu colonia. Mirar una pecera llena de peces.
El momento en que me taladraron la mandíbula para ponerme un implante. El sonido del teléfono a las 2 de la mañana el día que murió mi abuela. Reuniones de familia.
El día que besé a aquella chica. El médico mirándome mientras me dice mi diagnóstico. Los gatos de mi vecino.
El color del bañador de esa niña que flota en el fondo de la piscina. Dolor. Supresión de empatía. Rabia contenida.
Secretos. Secretos prohibidos....
y de repente......
De repente está todo blanco. Me queda un pequeño suspiro de consciencia. Estoy deseando despertar del otro lado. Noto como se va, como me pierdo.
Por favor. Solo quiero despertar en el otro lado.
[...]
Datos del paciente:mujer, 102 años, diagnosticada con gerentólosis.
Estado de la migración:
El proceso se realiza correctamente hasta que se llegó a una zona bloqueada.
Los bloqueos son corrientes, y en todos los individuos se pueden suprimir o migrar sin problemas, ya que pertenecen a un área de memoria inconsciente, pero la inconsciencia también puede ser traducida, de forma análoga a la que un servidor puede copiar un archivo ofuscado, sin ver la información que contiene.
En este caso sin embargo, el bloqueo produjo un borrado de todos los datos que venían a continuación. Como los datos no están ordenados, el paciente ha quedado en lo que se llama el limbo.
No se sabe si con ese conjunto de información el paciente podrá "arrancar" en virtual.
Conclusiones y acciones a llevar a cabo:
Se conservará durante unos años la información que se ha conseguido copiar.
Se realizarán pruebas de auto-consciencia cada mes.