- No sé si puedo! no sé que parámetros he metido, esto es muy difícil de configurar y está en beta.
No se si deberíamos seguir...
- ¿necesita que firme en algún sitio para eximirle de responsabilidad? ¡¡¡ HÁGALO !!!
- Le digo que no sé si podré, he puesto varios parámetros en la consola, ha ido dando errores de inconsistencia, he cambiado cosas, y por fin ha tirado, pero no tengo ni idea de porqué. Le dije que sólo podíamos probarlo un poco por encima... podría haberle matado! quien sabe...
- pues no esperará que le pague ni que le traiga otros clientes...
Se levantó de la camilla y desconectó los bornes anticuados y oxidados de sus conexiones de grafeno de última generación. Aquel estúpido buscador de 'placeres', hasta las orejas de heliovoltios y parches de a saber qué, estaba muy excitado.
Realmente yo no tenía ni idea de lo que le había metido en la cabeza. Era un prototipo robado de MedicalReingenier.
A mis manos llegan muchas cosas valiosas que la gente no sabe utilizar. También llegan personas muy extrañas que no sé como se enteran de mis adquisiciones.
La información está en el aire, supongo.
Yo solo hago pruebas y busco posibles compradores. Pero no soy un camello de tecnología.
Hace tiempo decidí que no pesara en mi conciencia nada de esto, así que simplemente robo tecnología más o menos segura, que las compañías esperan a publicar según la futurible demanda sea rentable o no, y la vendo al mejor postor, rápidamente.
Lejos está el tiempo en que me forraba con los virus de implantación de personalidad.
Pero ahora el mercado sumergido, las necesidades ocultas de la gente, son muy diferentes.
- Pero entonces, ¿qué ha sentido?
- hummmm, creo que NOSTALGIA !
- ah ....
Me sentí un poco decepcionado. La gente describía las sensaciones con anacronismos que no me decían nada. Tampoco sabía muy bien que quería obtener con esa pregunta, casi todos los que venían a mi
buscando alguna cosa, acababan con esa mierda del 'cansancio o del aburrimiento de la felicidad'.
El anodino sistema social que habíamos creado, de manera consensuada, había acabado con la felicidad a base de quitarle su necesario contrapunto.
Todas esas emociones "dolorosas o desagradables" estaban envueltas en una espesa niebla para nosotros los posthumanos. Sabíamos que habían existido, pero jamás las habíamos experimentado.
Desde las más simples como la ira hasta las más complejas como el miedo existencial habían ido desapareciendo a través de mejoras y cambios fisiológicos, psicológicos y sociales.
El posthumano no tiene miedo a morir, simplemente se aburre de vivir.
La nueva moda se gestó con los coleccionistas e investigadores.
Éstos comenzaron a almacenar y procesar la información referente a los humanos de los siglos XX - XXVII, a través de información almacenada en las antiguas máquinas de soporte. Encontraron una estructura bastante compleja de comunicación e intercambio de información: redes sociales, mensajería instantánea, correos electrónicos, búsquedas comunes, foros, galerías autobiográficas...
Con esa información empezaron a crear los perfiles de esos humanos y se maravillaban de los enormes huecos en la consistencia de su psique. Lo endebles y frágiles que eran, la capacidad tan pequeña con la que contaban para procesar y entender sus propios cambios y evoluciones psicológicas. Y el mínimo común divisor: la búsqueda de la felicidad entre tanta desesperación.
Era como ver el instante en que un copo de nieve, tan complejo, único y precioso, se disuelve creando una gota igual que todas las demás.
No sabíamos porqué, pero esas sensaciones se nos antojaron emocionantes y renovadoras, y toda la gente anhelaba sentirlas.
Así que desde un montón de empresas de RV y de ingeniería de la salud mental, se empezaron a realizar estudios y aproximaciones para dar cobertura a la nueva necesidad social, volver a sentir lo que se nos había arrebatado para poder ser felices: el dolor, la tristeza, la congoja, la pena...
La felicidad es un ciclo de pretensiones.
Las expectativas son falsos amigos.
La curiosidad por conocer lo desconocido es sin duda uno de los placeres más puros.
Toda esa información empezó a ser morbosamente interesante para muchos posthumanos y se creó un espacio bastante grande en los mercados negros para traficar con ella: una nueva droga se había gestado, soportada por una nueva necesidad: entender qué se siente cuando uno es inestable emocionalmente.
Los jonkis de la tristeza empezaban a vagar por las calles.
Empezabas a ver gente caminando sola, cabizbaja, ensimismada.
Otros, con menos heliovoltios que gastar en el mercado negro, buceaban en otras sensaciones también nuevas para nosotros. Así nació también una moda menos aceptada socialmente: Painwave, el arte de la tortura. pasar hambre, lacerarse, cortarse algún miembro no cyborizado. Es un ejercicio realmente complicado para un posthumano, por lo que necesitas modificaciones en los centros mejorados de nociocepción. Deshacer las mejoras implantadas: una nueva moda peligrosa.
Empezó a haber muertes no justificadas ni solicitadas, se generó un ambiente turbio y oscuro, pero también se empezaron a crear obras de arte nuevas y espectaculares. No necesitabas ningún plugin para aprehenderlas.
Mis pensamientos se diluyeron con el siguiente "cliente", una muchacha muy joven que entró por la puerta y me miró largamente a los ojos. Sus ojos chispeantes contenían curiosidad infinita y seguridad. Se tumbó en la camilla sin que la dijera nada. Conectó los bornes a sus terminales. Cerró los ojos por un segundo, pude ver los implantes oculares externos bellamente maquillados: estaba observándome mientras se hacía la dormida. Sin mover ningún músculo más de los necesarios, me dijo:
- Hazme daño, si puedes.
De alguna manera indirecta, esa frase se coló por alguna puerta trasera de mi módulo de control de excitación y lo que no terminé de hacer con aquel papanatas que había entrado primero, fue mi único objetivo en ese momento.
Quería darle a esa chica lo que me pedía, pero realmente no sabía si sabría hacerlo.
No conocía aquella sensación que buscaba, no entendía demasiado bien como se manejaba aquel software, solo quería que ella me trajera de vuelta una buena explicación de lo que se sentía, y de paso aprovechar para que me lo contara en una cita que tenía una perfecta justificación.
Conecté el visor del programa a mi cabeza y jugué con algunas parametrizaciones. El lenguaje de querys no era muy claro pero más o menos podía entender que había diferentes rangos e intensidades. Lancé varias peticiones y de vez en cuando me quitaba el visor para ver sus reacciones: NINGUNA.
Su cara no emitía ninguna emoción.
Seguí lanzando más y más, subiendo intensidades y cambiando parámetros hasta que oí un ruido extraño.
Cuando me quité el visor, vi a la chica incorporada en la camilla con el vómito resbalando por su hermosa barbilla, y mirándome con sorpresa y una expresión que mi módulo empático no supo descifrar.
- Oye, ¿estás bien?
- No lo sé. Nunca me había pasado esto.
- ¿qué has sentido?
- Según he leído, esto que he vivido sería pánico o repulsa. No lo tengo muy claro.
- Parece que sabes de lo que hablas.
- Llego investigando desde hace tiempo...
Observé que la tonalidad de su brazo izquierdo todavía no se había mimetizado completamente con el resto de su cuerpo, así que supe en ese instante que era una de esos painwavers que había cortado uno de sus brazos. La idea de tener una cita con ella me pareció ahora un poco peligrosa.
Pero sin duda en la pelea entre mi curiosidad contra mi voluntad, yo apostaría por la primera.
- Quieres contármelo mientras consumimos algo?
- De acuerdo.
Cerré el tinglado y salimos a un centro de consumo cercano.
Me habló de un montón de cosas: tenía una hermana pequeña, que había desaparecido hacía relativamente tres meses, con un problema de adaptación psicológica bastante fuerte. La pobre había nacido con un cerebro todavía inmaduro y con demasiadas trazas humanas. Así que esas emociones que eran inalcanzables para nosotros, su hermana las podía sentir.
Ella había estudiado desde que se enteró del problema de su hermana, y ahora estaba buscando pistas de donde podría estar, a través de una investigación de campo: quizá si seguía sus emociones, podría encontrarla.
Me contó que la pequeña hermana estaba suscrita a un programa psicológico que, en su opinión, había acabado por joderla aún más, así que también estaba buscando al responsable de esa RV terapéutica.
De repente en medio de la conversación frunció los labios y las cejas, cerró los ojos y se tapó la cara.
Me dijo que no se encontraba bien, y que iba un momento al reservado.
Pasaron suficientes minutos como para saber que algo no iba bien, así que le dije a un androide que se introdujera en el baño para buscarla. Antes de que el androide entrara en el reservado, yo ya había salido corriendo hacía mi sala de pruebas para ofuscar todo el software de MedicalReingenier... Sabía que a esa chica le había pasado algo debido a lo que le había metido en la cabeza, y no quería que me relacionaran con nada de eso.
Después de hacer una limpieza exhaustiva me dirigí de nuevo al centro de consumo. Encontré al androide rodeado de agentes en la puerta.
Me hicieron algunas preguntas, pero el caso quedó cerrado bastante rápido: era una de esas painwavers y se había metido un chute de dolor que no había sabido aguantar. Yacía en el reservado con la cabeza metida en una de las válvulas de carga de energía para tecnomascotas y olía a plástico quemado.
Por lo visto, según el término técnico de los agentes, se había suicidado.
En sus manos, crispadas por el rigor mortis, aparecía parte de su bello cabello, que había arrancado de manera violenta.
Los agentes, puros ejemplos de la eficiencia, cerraron el informe en el segundo y se marcharon.
Me dirigí con rumbo a ningún sitio, hacía la salida, cuando el androide al que había avisado se me acercó por detrás y me dijo "no pude evitarlo!" y me entregó un plug de memoria, enredado en una maraña de pelos.
Lo metí en mi bolsillo y salí de ahí con aire circunspecto: la droga era buena, solo tenía que aprender a cortarla.