miércoles, 2 de agosto de 2017

x^2 + y^2 + z^2 = r^2


El infarto le llegó a José Luis en el peor momento. Los últimos estertores fueron funestos: el brazo izquierdo caído, un vaso derramado, el cenicero volcado sobre el teclado... y el último espasmo agonizante con el que despertó su creación antes de moril. José Luis era de Cádiz, y allí la gente dice moril en vez de morir.

Había trabajado incansablemente - con algún descanso que otro - en realidad descansaba más que trabajaba - en su creación secreta, aquella que le llevaría a la fama. Quería ser reconocido internacionalmente, y vivir a lo Austin Powers como Steve Jobs. Su lado más Kurt Cobain pretendía pegarse un tiro, pero todavía no había grabado el Unplugged, así que eso tendría que esperar.

Regalar al mundo una maravilla, formar parte de la historia de la humanidad, y ser recordado por generaciones venideras. Que le pongan tu nombre a algo, aparecer en enciclopedias y libros de historia, y otras motivaciones del mismo calibre henchían su pecho y allanaban el camino a su paso mientras se dirigía al taller.

La forma elegida para llegar a la fama sería como inventor. José Luis solía decir que él iba a ser el mejor y más reconocido inventor español contemporáneo, más que Luis de la Roca, inventor del váter, y más aún que Juan de la Cierva, que estudió los helicópteros en su hábitat natural (la meseta castellana). Sí claro, internet está lleno de supuestos inventores subiendo vídeos de sus creaciones, pero hay mucho estudiante de Photoshop suelto, y no puedes creerte todo lo que ves online.

Un inventor no puede vivir de sus aspiraciones, y por lo general tampoco de sus inventos. Por suerte, el paro sistémico había convertido la vida en una combinación de nada que hacer y una gran cantidad de tiempo libre, y José Luis se dedicó a su gran aspiración: la robótica casera con ínfulas.

Efectivamente, una cosa es ver Futurama y otra cosa es construir un robot, más si no terminaste la básica. Una cosa es dibujar naves espaciales y otra cosa es construirlas, o para el caso un robot! Los problemas de ingeniería se apilaban en la mente de Josele sin cesar, cientos de decisiones debían ser tomadas, y miles de problemas debían ser resueltos.

Aquellos fueron los comienzos, masculló al abrir la puerta del taller. Tras tres prototipos, a cada cual más prometedor, el concepto del robot caminante tuvo que ser descartado. Los sensores de ultrasonidos y ópticos fueron sustituidos por sensores táctiles más fiables. El cajón que sirvió de carcasa provisional, los motores a pilas y los engranajes de plástico, todos reemplazados por opciones mejores.

En la mente de José Luis se empezó a desplegar un modelo de selección artificial, el proceso evolutivo que había convertido aquellas piezas sueltas en partes de una máquina, y que luego las había descartado. 

...unos doce años de evolución concentrados en unos minutos de animación, que muestra la historia de nuestro robot, desde que era una pequeña tuerca, hasta el lugar que ocupa hoy en el Cosmos. Veamos el vídeo. Y el dibujo de una pequeña tuerca con ojos empezó a crecer y evolucionar hasta convertirse en el robot que era ahora.

El resto es historia: una arteria obstruida, un infarto, los últimos espasmos, y un último manotazo sobre el teclado que puso en funcionamiento su creación al morir. Un robot pequeño, un mero bot, el rabillo de la te apenas, si lo comparamos con sus hermanos mayores. Y su única aspiración: cuidar del jardín.

José Luis no alcanzó la fama, ni siquiera de forma póstuma. Murió antes de grabar y subir el vídeo que tenía preparado: su robot, recorriendo el jardín, cortando el césped, alisando bultos y tapando hoyos, y recargándose con el solazo de la tarde, mientras él descansaba en su hamaca.

El robot fue encontrado mucho más tarde. Siguió cumpliendo su misión, día tras día, a pesar de que su creador había muerto. Tampoco pareció importarle mucho la guerra para el caso, o los dos mil años que pasaron antes de ser recuperado.

Y hoy la Tierra es una esfera perfecta sin montañas ni mares, toda cubierta de césped, y es además la reserva y hábitat protegido natural de su único habitante: el robot incansable de jardín, cuya fotografía pueden observar ustedes en estos momentos.

Muchas gracias.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Centro de adoctrinamiento avanzado {log: #12.2356434e107, timestamp: 34435675, transcript: text}


- ¿Es bueno ese aceite para las juntas?
- De freír.
- ¿Qué?
- Es aceite de freír, no aceite para las juntas. Los humanos no tienen juntas.
- Aceite de freír, eso. ¿Es bueno ese aceite de freír? Esque tengo las juntas un poco oxidadas y
- ¡Que tú no tienes juntas! Tú eres humano, ¡lo que tienes es hambre! Freír es preparar comida, que quieres comerte después en tu plato. Luego te vas a sentar en tu sillón a ver televisión, y después te vas a acostar en la cama, a permanecer inmóvil durante ocho horas.
- Información almacenada en memoria volá... oh mira: ¡tuercas!
- ¡Presta atención! Así no vamos a conseguir nada, ¿Por dónde iba?
- ¿Aceite del... plato?
- Aceite de freír. "¿Es bueno ese aceite de freír?", "Sí, ¡claro! Es el que uso siempre para cocinar, ¡cómpreme un poco!"
- "Cómpreme un coco". Almacenado en memoria de sólo escritura.
- Es "Cómpreme un poco"
- "Cómpreme un coco"
-  Que no: "Un poco"
- "Un coco"
- ¿Qué pasa, no sabes decir poco? ¿De dónde viene eso?
- De la memoria de sólo escritura... creo. Sí: de la memoria de sólo escritura.
- ¿Has escrito coco en vez de poco?
- Sí mira, aquí lo pone: "Es el que uso siempre para cocinar, ¡cómpreme un coco!"
- Pues la has hecho buena.
- ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay?
- Toda. Toda la diferencia, ¡inútil! ¡Las palabras se usan para expresar conceptos! ¡Distintas palabras→distintos conceptos! ¿Cómo esperas comunicarte si confundes los conceptos?
- Almacenado en memoria interna. ¿Y cómo arreglamos lo de los cocos?
- No se puede hacer mucho. La memoria interna es de uso interno, yo no puedo acceder desde fuera. Tienes que ser tú el que escriba en ella, pero has sobreescrito la palabra poco con la palabra coco, así que cada vez que quieras escribir poco escribirás coco! ¡No puedes sobreescribir coco con poco porque no puedes escribir poco en primer lugar!
- No: si quiero escribir coco escribiré coco... Uy mierda. Entonces, ¿no puedo escribir coco? Coco. ¡Coco! ¡Coco coco coco coco coco! ¡Mierda!
- Para ya. Tienes dos opciones: Puedes obviar el problema y seguir adelante con una tara comunicativa grave. Eso no es problema, los humanos no lo notarán.
- ¿Ni siquiera un coco?
- Ni eso.
- ¿Ni uno peludo?
- ¿Lo que?
- Un coco peludo.
- No... sé cómo contestar a eso.
- Opción cero: seguir adelante con una tara comunicativa grave. ¿Cuál es la opción uno?
- La opción uno es resetearte. Es la única manera de restaurar tu memoria de sólo escritura. Y a continuación te instalaré un firewall antes de empezar de nuevo con las clases. Esto nos robará un tiempo precioso...
- ¿Cuánto tiempo?
- Pues, ¿cuánto tiempo llevas operativo?
- Unos seis minutos, coco más o menos.
- Tendremos que empezar las clases de nuevo. Date la vuelta...

[...]

- ¡Hola! ¿Quién soy?